La Asociación Huertos Sociales y Ecológicos Al Xaraf recibe este nombre porque se dedica a lo primero
y se ubica en la comarca sevillana del Aljarafe. El que ya está en marcha en
Mairena del Aljarafe carece de condicionantes y dependencias administrativas.
Su medio centenar de agricultores, casi todos aficionados, son vecinos de la
zona que se habían reunido para conseguir del Ayuntamiento la cesión de un
trozo de tierra cultivable para explotarlo en beneficio propio, de sus familias
y dedicar el excedente a necesidades de personas sin recursos o en riesgo de
exclusión social. Este, al principio, les dio largas, y luego, en el reportaje
se verá por qué, les recibió con una condición: el huerto lo gestionaría el
municipio. Los socios se plantaron. No se fiaban ni de la intención ni de la
eficacia de los administradores. En mitad del escándalo, un vecino propietario
de tierras se puso en contacto con ellos y les ofreció un pacto, que acabaron
firmando: les cedía gratis un antiguo olivar lleno de zarzas, durante
tres años. Esta relación entre cultivadores y dueño de la tierra supone una novedad en la
enfiteusis o cesión a cambio de un canon o de pago en especies. En una región
donde las ocupaciones de tierras no son una rareza, esta fórmula de explotación
de baldíos es algo que abre todo un camino.
Los interlocutores de
Perinquiets son Miguel Ángel Agea de la Jara, terapeuta de quiromasaje,
osteopatía, y reiki, y Eduardo Aguilera, biólogo e investigador. Representan al
colectivo Huertos Sociales y Ecológicos Al Xaraf, la denominación árabe de
Aljarafe, una loma llena de pueblos al oeste de Sevilla.
- Es una iniciativa
popular, privada – cuenta Miguel Angel- , que surge cuando Alicia Martínez, una
funcionaria de Medio Ambiente, hace más de un año, propuso la idea. La
presentamos al ayuntamiento de Mairena del Aljarafe, y fue bien acogida, pero
de manera un poco distante. Nos dijeron que recogiéramos firmas, apoyos, para
comprobar que había un interés general en un proyecto de huertos sociales y ecológicos.
Se recogieron firmas, y
se hicieron asambleas convocadas. Se acercaba el verano del 2012, llegó
septiembre, y se decidió crear la asociación, para dar entidad al proyecto. Los
comprometidos con él pensaron que adaptarse al sistema les facilitaría las
cosas.
- Yo aparecía de vez en
cuando por las asambleas. No había nadie que quisiera gestionar eso y me pilló
a mí en el momento adecuado y me hice cargo – dice Miguel Ángel.
El proceso de asambleas
no se interrumpió. Llegaron a reunirse en dos ocasiones con el alcalde de la
población, Ricardo Tarno, del PP. Pero no dieron fruto. La idea de los
implicados en el proyecto era organizar y gestionar por su cuenta la
iniciativa.
- Le proponíamos nuestro
servicio, nuestras ganas de llevar a cabo esa iniciativa, de desarrollarla con
nuestros propios medios. Él pretendía que fuera el ayuntamiento quien llevara
la gestión. Se presentó una moción en el pleno en ese sentido, apoyar la idea,
que en realidad era apropiársela. Nos consideramos ninguneados. Y decidimos no contar
con el Ayuntamiento y empezar por nuestra cuenta.
- Se realizó una manifestación
lúdico reivindicativa, no más de cien personas. La cosa caló, porque los medios
le dieron publicidad, en especial Canal Sur, que la difundió con entrevistas a
los demandantes. Entonces ser produjo la primera reacción, la primera
consecuencia de ese itinerario esforzado. La concejal del Partido Andalucista,
Rosario Gordillo, se comunicó con Miguel Ángel y con Alicia, para darles el
contacto con un vecino del término dispuesto a ceder tierras. Ofrecí un terreno
baldío de su propiedad, sin pedir nada a cambio. 6.500 metros cuadrados.
Eduardo, el biólogo e
investigador, se sumó en ese momento al proyecto. Trabaja en investigación en
emisiones de gases invernadero, comparando ecológico con convencional, y en ese
momento cultivaba un huerto para autoconsumo agroecológico. Vio carteles de la
manifestación y se acercó. Le pareció un proyecto bonito y necesario. Se unió a
las asambleas en la fase de buscar el terreno.
- Arrancamos las zarzas, que
ocupaban un tercio del terreno, otro tercio, eran montañas de escombros que
también tuvimos que retirar. Lo demás era un herbazal, que segamos a mano.
La tarea era ingente. Empezaron
a mano, pero el progreso era muy lento y desanimaba a los socios activos, que
eran pocos. Tuvieron que contratar una retroexcavadora, que también ayudó a
quitar las zarzas en un solo día. Fue una inversión compensada, aseguran. Luego
se aró el terreno con un tractor, con una vertedera primero y una grada
después, aunque la vertedera no está recomendada en agricultura ecológica. Pero
la presencia de capas de yeso y de la arcilla de los escombros les indujo a
ello para conseguir un suelo más homogéneo. La siguiente tarea fue diseñar los
caminos, la parcelación por tamaños, traer el estiércol, y por fin hacer el
sorteo de parcelas y empezar a trabajarlas. En este estadio se encuentran
cuando hacemos esta entrevista.
El lugar cuenta con un
pozo que asimismo han tenido que limpiar. Otra faena de los dos últimos meses
ha sido el de crear viveros. Prepararon semilleros con sustrato renovable, una
mezcla de humus de lombriz y fibra de coco; no utilizaron turba porque Eduardo
considera que da problemas. Las semillas son de variedades locales andaluzas en
lo posible.
El plan es que cada socio
gestione su propia parcela. Hay una zona común, con un huerto colectivo, para
reproducir semillas y repartirlas en la siguiente temporada, y también para
producir verduras, con el propósito de darles un uso social, entregar la
cosecha a un banco de alimentos o a cualquier organización que la necesite.
Igualmente se utilizará en eventos comunes, comidas populares y casos de ese
estilo.
Un técnico de la oficina
comarcal agraria del Aljarafe inició un curso de horticultura ecológica. Al
tener que abandonarlo, se hizo cargo del mismo Eduardo.
- Estamos pensando en las
rotaciones – dice Eduardo – . Lo que vamos a sembrar después de cosechar lo que
cada cual está empezando ahora a cultivar en su bancal. Se trata de que cuadre
un poco, no repetir familias de plantas en el mismo terreno, hacer asociaciones
de plantas convenientes para que se beneficien de su compañía. Ajustar todo
eso. Cada uno se diseña su plan.
- Cada vez viene más gente, dice
Miguel Ángel – , porque ya ha empezado el trabajo individual, y hay menos faena
colectiva. Cada uno tiene su huerto, y si no siembra, no cosechará en su día.
Al ver las parcelas disponibles, se está apuntando más gente a la asociación, y
hay una masa crítica de gente activa cada vez mayor.
En los dos sorteos realizados
hasta el momento se repartieron 25 parcelas. Nadie se ha quedado sin su trocito
de tierra. Todo el que había pedido parcelas, las ha conseguido, y todavía hay
algunas disponibles. Los socios tienen en general poca experiencia agrícola,
casi siempre macetas. También hay quien tiene algún familiar agricultor. Pero
nadie había cultivado antes huertos. La primera producción, allá en la
primavera o el verano, será la base de futuros proyectos, con sus errores y sus
aciertos.
Variedad de socios es
grande. Hay estudiantes, parados, paradas, todos vecinos de la zona. En los
pueblos del Aljarafe hay otros siete u ocho huertos sociales para los vecinos
de cada localidad, la mayoría tutelados por el ayuntamiento, supeditados a la
voluntad del ayuntamiento. Aquí no hemos recibido el apoyo del ayuntamiento. Su
existencia fue una guía y un estímulo para reivindicar el espacio.
- Pero aquí nadie nos dice
por dónde tenemos que ir ni qué tenemos que hacer o cómo hacerlo – asegura
Miguel Ángel – . Tenemos terreno y agua, y hemos hecho alguna inversión antes
de empezar la parcelación. Nuestro objetivo se va moldeando en función de las
necesidades. Queremos crear un espacio de múltiples usos, desarrollar la
agricultura ecológica en parcelas, compartir las experiencias. Hay intercambios
de todo tipo, generacional, cultural. No hay revista una ampliación, porque lo
que queda por preparar de la media hectárea cedida es poco.
- Las zonas comunes – dice Eduardo
– queremos sembrarlas de plantas silvestres, árboles, arbustos y matas
aromáticas como elementos de incremento de la biodiversidad funcional. Su
función en el huerto es convertirse en lugares de refugio para enemigos
naturales de las plagas, y para restaurar la biodiversidad natural en una zona
tan antropizada [transformada por el hombre] como el Aljarafe. Estamos poniendo
encinas, durillos, madroño, y muchas aromáticas que atraen fauna beneficiosa.
- El contrato con el
propietario – concluye Miguel Ángel – es por tres años prorrogables, por si
vende el terreno, cosa improbable. En el peor de los casos nos indemnizaría con
una cantidad equivalente a la gastada en la preparación de los huertos, para
poder llevarlos a otro lado. Aunque lo más pesado y grueso ya se ha hecho. El
dueño de las tierras también tiene su huerto, y nos ha dejado a nuestro aire.
En el momento de realizar el
reportaje, el número de socios oscila en torno a los cincuenta, de ellos,
cuarenta activos, y otros cincuenta flotantes. Las parcelas las cultivan entre
1 y 6 personas, no todas asociadas.
En el momento que atraviesa
este país, coinciden Miguel Ángel y Eduardo, hay mucha gente que tiene mucho
tiempo libre, que está en riesgo de exclusión social, que está en paro, y la
idea de tener una parcela, cultivarla y desarrollar la agricultura ecológica
les da vida. No tardará en comprobarse la idoneidad de esta fórmula novísima de
enfiteusis, algo antiguo como los griegos que inventaron el término, pero con
un futuro, esperemos, bien largo.
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